En inauguración esperan por alguna cabina vacía

Mexicable, como juguete nuevo

Habitantes de la zona por la que pasa el Mexicable, lo utilizaron ayer como juego mecánico y lo tomaron de terminal a terminal

Foto: Guillermo Perea. El Gráfico

Foto: Guillermo Perea. El Gráfico

Al día 05/10/2016 15:02 Actualizada 10:21
 

En su primer día de operaciones, el Mexicable funcionó más como un juego mecánico que como medio de transporte.

Minutos antes de que permitan el paso, decenas de personas se arremolinan en la entrada de la estación Santa Clara, donde inicia el trayecto.

“¿Cuánto va a costar?”, gritan a manera de pregunta. “Será gratis una semana”, informan los policías.

En el rostro de los primeros de la fila se dibuja una sonrisa, similar a la que minutos después muestran al estar en las alturas.

Cuando el servicio se abre para los pobladores de Santa Clara, la masa humana se abalanza sobre los torniquetes.

LA EMOCIÓN. Niños, ancianos, jefas de familia corren para ser los primeros en subir. Se empujan, se codean, “¡con calma, todos van a pasar!”, dice la voz de un vigilante.

Pero la gente no escucha, sigue corriendo, sólo quiere llegar y conocer lo que para muchos es una nueva atracción en la zona. “Nunca pensé que viviría esto”, dice Lucila Pérez Hernández, quien entre brincos subió a una de las góndolas panorámicas.

Foto: Guillermo Perea. El Gráfico

“Tengo 30 años y nunca he venido hasta acá arriba —se refiere a la colonia San Andrés de la Cañada que se encuentra justo en las faldas de la Sierra de Guadalupe— es la primera vez, estoy muy emocionada”, dice Lucila.

Son ocho pasajeros a bordo de la góndola, no hay espacio para más personas. 

NADIE SE MUEVE. El transporte sigue su trayecto hasta la segunda estación: Hank González, donde disminuye la velocidad para que suba o baje algún pasajero, pero nadie se mueve. Nadie se quiere bajar, nadie quiere perderse esta experiencia. 

Así, que los que aguardan en las filas de las estaciones del trayecto dejan ver su decepción porque tendrán que esperar un espacio en la próxima cabina, que también llega llena, por lo que la espera continuará.

Los afortunados que iniciaron la travesía en la terminal continúan emocionados mirando a su alrededor. 

“Mira allá está el Bicentenario, mira ese campo no estaba así, ya lo arreglaron, esas cuevas se ven bien cerca, estamos pasando por arriba de la autopista”, se dicen unos a otros mientras señalan con sus dedos.

Ofelia ha vivido en la zona por más de 20 años, pero nunca había llegado hasta la parte alta de la Sierra de Guadalupe.

“Yo lo agarraría namás para desestresarme del quehacer, del trabajo, porque se siente padre andar en el cielo”.

Don Ernesto Sánchez cuenta que solía hacer un recorrido de casi una hora desde Vía Morelos hasta San Andrés de La Cañada, donde vive su familia. La única avenida que lleva hasta allá arriba es muy estrecha y el transporte muy deficiente, además era víctima de los constantes asaltos. “Esto es una maravilla”, dice mientras observa el panorama. 

La góndola panorámica arriba a la última estación: San Andrés de la Cañada. Ha llegado el momento de regresar. 

Nuevamente el transporte disminuye su velocidad en las estaciones subsecuentes. Allí, hay una larga fila de habitantes esperando un espacio para subir: pero nadie baja, todos van hasta la última estación.

Don Manuel, utiliza sus dos horas de comida en el trabajo, para conocer el Mexicable. “Ya lo quería conocer, porque no es lo mismo verlo en la televisión que vivirlo, esto esta muy bien, se ve todo desde acá arriba”.

Han llegado a la estación final. “¿Quieren seguir dando vueltas?”, pregunta el trabajador que los recibe en la base. “¡Sííí!”, gritan emocionados los ocupantes. La gente baja y corren para formarse de nueva cuenta.

 

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